27 noviembre, 2006

CAPÍTULO 7

EL JUEGO SE COMPLICA EN ASIA
En Asia, las cosas se le presentan más complicadas al “amo y señor del juego”.
Es indiscutible que Estados Unidos desempeña un papel preponderante en esta zona, aunque sólo sea por su ascenden­te sobre sus antiguas posesiones filipinas y sus islas del Pacífi­co, pero se enfrenta a actores mucho más eficientes que en las periferias de la economía-mundo.
Japón sigue haciéndole el juego, pero ¿por cuanto tiempo? Su Constitución es un calco de la Constitución americana, Primera Enmienda incluida. Pero esta Constitución tiene ene­migos, empezando por la Soka Gakkai y su partido Komeito. Además, los intereses económicos de estos dos socios de la Tríada cada vez convergen menos. La crisis japonesa, de con­tornos muy particulares, lleva a los dirigentes económicos del país a reaccionar en contra de su protector y a tensar las rela­ciones bilaterales. Japón, en efecto, entró tarde en la crisis, a partir de 1992, con el fenómeno de la endoka, es decir, el en­carecimiento constante del yen, correlativo al hundimiento del dólar. La aguda desvalorización del yen hizo perder a Ja­pón participaciones de mercado, lo que ahondó considerable­mente la crisis.
Indonesia, desgarrada por guerras intestinas desde su independencia, tiende a jugar su propio juego en el tema de las sectas, con una temática nueva: dividir para reinar.
En cuanto a China, se ha convertido, desde su entrada en la OMC, en una potencia económica reconocida. El problema sectario adquiere en su territorio la dimensión de un verdade­ro «caballo de Troya» con la secta Falún Gong.
JAPÓN RIVALIZA CON EL MODELO AMERICANO DISPUTAS Y CRECIENTES RIVALIDADES
Hoy se cuestiona el alineamiento sistemático de Japón con las posiciones políticas norteamericanas. La amenaza soviéti­ca se ha desvanecido y Corea del Norte, aislada incluso por China, ya no mete tanto miedo. Además, las dificultades eco­nómicas de Japón, muy directamente relacionadas en sus ini­cios con el desplome del dólar, dificultan la relación de coo­peración. En el reciente conflicto del acero, por ejemplo, Japón se ha alineado con la Unión Europea en la OMC para denunciar las subvenciones propuestas por George Bush Jr. a United Steed.
Una Constitución en tela de juicio
Ya vimos que los americanos y MacArthur impusieron la Constitución japonesa al final de la guerra. Es un calco de la Constitución americana y otorga plenos derechos a los gru­pos religiosos. Hoy la cuestionan tanto los partidarios del nacionalis­mo, que quieren abolir las restricciones militares y diplo­máticas que pesan sobre Japón, como los miembros del Komeito, que aspiran a una teocracia de tipo «budista», así como los japoneses que más temen la extensión del área de influencia sectaria, como por ejemplo el gran periódico Asahi Shimbum. Una economía en crisis desde 1992
El origen de la crisis que golpea a Japón desde hace ya diez años es el endoka. Así se llama al encarecimiento de los pro­ductos japoneses tras la subida constante del yen, provocada por la bajada a menudo intencional del dólar. El endoka trajo consigo progresivas pérdidas de participación de mercado y puso a Japón ante un desafío desconocido desde la guerra: el paro. El archipiélago nipón entró en una espiral perversa de crisis, con cierres de empresas y sucesivos recortes de dere­chos sociales. Estos derechos no eran, por cierto, muy signifi­cativos y estaban reservados al 20 % de la población activa empleada por los grupos más grandes.
En este contexto, la globalización se vuelve contra el siste­ma japonés que tanto la había invocado y la cuestión sectaria se convierte, como en Estados Unidos, en un problema.
IMITACIÓN DEL MODELO AMERICANO E INSTRUMENTALIZACIÓN DE LAS SECTAS NACIONALES
Era de esperar que los japoneses, alarmados por el atentado perpetrado por la secta Aum1 con gas sarín en el metro de Tokio, adoptaran una posición de firmeza frente a los grupos sectarios. Su situación es más complicada: la Soka Ciakkai, cuyas ramificaciones políticas comentamos anteriormente, es también una punta de lanza de la economía japonesa. Se sospecha que lleva a cabo tareas de espionaje y parece implantarse preferen­temente en puntos sensibles.
Hemos subrayado el rol de la Soka Gakkai en la financia­ción de algunos pensadores. A Mijail Gorbachov, por ejemplo, le pagan los viajes y gastos de sus giras como conferenciante. En muchas ocasiones le acompaña el mismo Daisaku Ikeda.
La secta Aum ha cesado sus actividades en Japón, pero se desarrolla en Siberia y mantiene focos en Australia.
Podría afirmarse, pues, que Japón instrumentaliza a sus sectas, siguiendo el ejemplo de las sectas americanas, y adopta a menudo el mismo modelo de reclutamiento, de influencias e incluso de presiones políticas.
También en este caso la máscara religiosa es muy útil; la voluntad destructiva y el tráfico de información confidencial pasan más fácilmente desapercibidos en grupos dedicados en exclusiva a la oración y a la meditación.
INDONESIA: CUANDO EL PODER CREA SECTAS
Indonesia, el principal productor asiático de petróleo y gas, creció a gran ritmo gracias a la crisis petrolífera ocasionada por la invasión de Kuwait y la guerra del Golfo. Pero esta rá­pida expansión se vio afectada por la familia de Suharto, la de­lirante guerra de Timor y los royalties pagados a las majors americanas. En lugar de consolidar un crecimiento sostenible, Indone­sia no tardó en caldearse y se produjeron las primeras revuel­tas. Sus primeras víctimas fueron los chinos. Se les acusó de pillar el país para beneficiar a la China continental.
La dictadura de Suharto (y de su sucesor) apostó por esta táctica del chivo expiatorio, que alimentó a los clanes de signo religioso. Grupos musulmanes, constituidos como grupos sec­tarios, organizaron el desorden. Pero en poco tiempo, el po­der central perdió el control de estos grupos, que cometieron exacciones y empezaron a secuestrar turistas. Las «sectas» instrumentalizadas por el poder se volvieron facciosas y mafiosas.
La crisis de las Bolsas asiáticas enterró cualquier esperan­za de desarrollo. A finales de 1998, la economía indonesia pa­recía totalmente arruinada y la mitad de la población vivía bajo la línea de la pobreza, frente a un quinto en 1997.
LA COMPLEJIDAD CHINA
La evolución de China es impresionante: la hegemonía sin fi­suras de una dictadura comunista totalitaria, un desarrollo ful­gurante a partir de 1979 y las reformas económicas de Deng Xiaoping convirtieron a China en un país aparte.
Diplomáticos y geógrafos suelen decir que hay varias Chi­na y que en el mismo espacio coexisten tiempos distintos. Va­rios siglos separan al techo del mundo, dónde nada ha cam­biado, de las ciudades del litoral meridional. Las costas del mar de China han entrado con fuerza en el tercer milenio: la tasa de crecimiento supera desde la década de 1980 el 25 %. La urbanización estalla, después de un prolongado bloqueo, con su seguidilla de migraciones clandestinas y represiones fe­roces. No son pocos quienes afirman, valiéndose de distintos cálculos, que China se ha convertido ya en el cuarto grande.
En China persisten desigualdades muy acentuadas y el control social ejercido por el PCC encuentra cada vez más re­sistencias. La política demográfica da buena fe de ello: las drásticas medidas (un solo hijo, prohibición de los sistemas mixtos, control del uso de métodos contraceptivos por parte de las mujeres en el trabajo) fueron retiradas tras la rebelión estudiantil. El modo de vida occidental atrae cada vez a más chinos hacia el litoral y los contactos con la diáspora china de todo el Sudeste asiático (Filipinas, Malasia), California, Lon­dres, París o Berlín se aceleran para favorecer el comercio ex­terior y el desarrollo de la China continental. En este contexto extraordinariamente inestable, la dicta­dura se mantiene a costa de una represión muy dura. Sin em­bargo, hace ya algunos años de la aparición de un grupo que parece desempeñar el papel de una oposición política. Es el Falún Gong, reprimido sin contemplaciones por el gobierno chino.
¿Qué puede decirse del Falún Gong? No cabe duda de que responde a una necesidad de expresión política y de manifes­tación que no encuentra otros cauces, pero está teledirigido por Estados Unidos, que protege y cuida a su dirigente. El Fa­lún Gong se desarrolla únicamente en China, en torno a ma­nifestaciones religiosas y gimnásticas.
Uno de los principales temores expresados por los diplo­máticos norteamericanos tras la aprobación de la ley About-Picard en Francia es que tuviera un efecto de «contagio», en China concretamente. Suponían que esta ley podía ser adop­tada tal cual por China, pese a pertenecer al derecho positivo francés. Les preocupaba especialmente la disposición del texto que permite al juez ordenar la disolución del grupo (y prohi­bir su reconstitución), si la responsabilidad de la personalidad moral de la asociación es condenada al menos dos veces (o por crímenes), tras agotamiento de todas las vías de recurso (in­cluida la Corte Europea de Justicia, por tanto).
Si los dirigentes chinos quisieran prohibir un movimiento, su sistema dictatorial se lo permitiría sin referirse en lo más mínimo a Francia. La mera analogía entre nuestra democracia y el sistema chino resulta insultante para Francia. Pero independientemente de esta observación, queda claro que Estados Unidos muestra un interés especial por esta «secta», a la que controla y de la que espera beneficios a largo plazo.
En un comunicado del 13 de diciembre de 2001, el co­rresponsal de la AFP en Pekín anunciaba: El presidente chino Jiang Zemin se ha pronunciado por un fortalecimiento del control del Partido Comunista Chino (PCC) sobre las diversas religiones que hay en China, según informa la prensa china el jueves. China lleva dos años inmersa en una operación de gran alcance contra la secta de obediencia budista Falún dong; el número uno chino reiteró, en una conferencia so­bre la religión que terminó el miércoles en Pekín, las grandes líneas de la política religiosa china. «Los creyentes deben amar a su país, respaldar al sistema socialista y a la dirección del Partido Comunista y respetar las leyes del país», declaró Jiang, citado por el Diario del Pueblo. «No debe permitirse jamás que la religión se oponga a la dirección del Partido o al sistema socialista, ni que destruya la reunificación nacional o la unidad étni­ca», dijo también, antes de añadir que habría que «reforzar» la autoridad del PCC sobre la religión.
Tras un período de prohibición total de las religiones, que abarca las décadas de 1960 y 1070, el régimen comunista chi­no suavizó sensiblemente su política en la década de 1980 y dejó que todas las grandes religiones se desarrollaran bajo el control de las autoridades.
Entretanto vieron la luz también numerosas sectas, inclui­do el Falún Gong, con millones de adeptos, que desbordaban ampliamente la capacidad de control del régimen. Pese a in­sistir en que los miembros del Partido Comunista debían se­guir siendo ateos, Jiang afirmaba que la gente común tenía «libertad de creencia religiosa».2
La secta Falún Gong intenta llevar ante la justicia ameri­cana a los responsables de esta represión. Uno de los portavo­ces de la secta en Estados Unidos comunicó a la AFP3 que su objetivo era emprender acciones legales ante un juez america­no, amparándose en la posibilidad prevista por el sistema judi­cial estadounidense de que un magistrado se haga cargo de hechos cometidos fuera de Estados Unidos por individuos que no tengan nada que ver con este país. Por eso, el Falún Dafa Information Center, con sede en Nueva York, lanza un llama­miento a todos los adeptos del Falún Gong, tanto en China como en el extranjero, y a todas las personas que tengan datos, ya sean parciales o totales.4
La secta intenta de este modo recabar «cualquier clase de información sobre los criminales implicados en la planifica­ción, dirección, supervisión, aplicación y/o colaboración en re­lación con la persecución del Falún Gong y de sus adeptos».'
¿HACIA UN MUNDO REGULADO POR LA OMC?
Una de las amenazas que han aireado los americanos en el tema de la lucha contra las sectas en Francia consiste en decir que constituye un obstáculo a la libertad comercial. En el contex­to de la guerra económica descrita al principio de estos capí­tulos, todo se convierte en mercancía: la cultura de 1994 en adelante, las creencias de hoy en día, y paulatinamente tam­bién los propios cuerpos de los adeptos, a raíz de la espinosa cuestión de la clonación humana. ¿Nos conducirá la globalización, que como hemos visto es un sistema autorregulado que tiene muy poco en cuenta a los hombres y muestra en cambio un gran interés por deshacerse de los Estados, hacia un arbitraje exclusivo, y muy discutible, de la Organización Mundial del Comercio?
El embajador Seipple, presidente de la Comisión de in­vestigación parlamentaria americana sobre los «derechos reli­giosos del hombre», amenazaba en privado con llevar ante esta organización a los países europeos que practican una «dis­criminación religiosa de las religiones minoritarias». 1 Cometieron (jos atentados: uno en 1994 en Matsumoto (7 muertos) y otro en 1995 en el metro Je Tokyo (12 muertos v cientos de heridos). Los dirigentes de la secta, que cambió su nombre por el de Aleph, fueron encarcelados. Los juicios todavía no han terminado y a día de hoy H han sido condenados a muerte, incluido el gurú A.sahara. 2 AFP, 13 de diciembre del 2001 3 AFP, 5 de setiembre del 2001