27 noviembre, 2006

CAPÍTULO 6

GUERRA Y SECTA EN LOS PAÍSES DEL SUR EL CONTEXTO
La desigualdad de riquezas y las disparidades sociales parecen ser el núcleo del proceso mismo de desarrollo, tanto en las regiones ricas como en las pobres. ¿Cuáles son las causas de esta sórdida y chocante realidad del subdesarrollo? Ante todo, la falta de recursos financieros, que obliga a anteponer los problemas más urgentes; a menudo también la falta de verdadero interés en la lucha contra la pobreza por parte de gobiernos que no siempre controlan su territorio nacional y funcionan a menudo siguiendo la lógica clientelista.
Como subraya el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), la inseguridad es una de las manifestaciones más preocupantes del subdesarrollo y la pobreza:
• Inseguridad alimentaría, a causa de la debilidad de los rendimientos agrícolas, de la falta de sistemas de comercialización en las regiones más pobres, de los obstáculos a los intercambios y de las migraciones que desencadenan las guerras civiles, las «aduanas» y las extorsiones internas. La población rural es la más perjudicada, aunque la escasa actividad en los barrios más recientes y menos integrados de las grandes ciudades acarrea, a su vez, problemas de desnutrición. Esta afecta a unos 750 millones de personas y tiene consecuencias para la escolarización de los niños, su entrada precoz en el mundo del trabajo y el estado de salud general de las familias afectadas, las más pobres.
• Inseguridad sanitaria también, debida a la falta de personal y centros médicos, especialmente en las regiones rurales. Las condiciones desfavorables de parto para las mujeres desplazadas, la ignorancia de las reglas nutricionales del destete y la cría de los niños, las carencias en la cobertura de vacunas y el bajo porcentaje de personas con acceso al agua potable son causa de sobremortalidad infantil y materna. Las zonas conflictivas de África, así como las de América Latina, quedan diezmadas por las epidemias del cólera, la enfermedad de la pobreza, el sarampión, mortal para los niños, las enfermedades diarreicas y respiratorias. El paludismo sigue siendo endémico y cada vez más resistente y el sida se extiende (más de 15 millones de personas infectadas) a lo largo de África Central, favorecido por la ignorancia y el alto coste de los métodos contraceptivos o terapéuticos,
• Inseguridad política; pese a los avances democráticos experimentados sobre todo en América Latina y Asia, el mundo subdesarrollado sigue siendo el de los regímenes autoritarios, la prensa amordazada, la negación de los derechos humanos, especialmente los de las minorías políticas, étnicas o religiosas. Veinte millones de personas tienen el estatuto de refugiados en el mundo: han tenido que huir de sus países, expulsados por la guerra o las persecuciones, y dependen de la ayuda internacional para sobrevivir. Una cantidad por lo menos parecida de personas está «desplazada» en su propio país, con un estatuto todavía más precario ya que ni siquiera goza de la misma protección jurídica.
La vida cotidiana está marcada por una inseguridad que podríamos calificar de “administrativa”. Estar en regla con la administración para construir una casa, crear una empresa o importar bienes requiere tal cantidad de trámites, por no hablar del peligro constante de que un cambio de régimen tire todos los esfuerzos por tierra, que los habitantes desconfían y prefieren mantenerse en el sector informal. Pero entonces, ¿cómo invertir, ahorrar a largo plazo, pagar impuestos y participar en la vida económica del país?
El sector informal ofrece una salida de emergencia para eludir una burocracia arbitraria, corrupta e ineficaz. Produce puestos de trabajo, engrasa engranajes económicos y sociales y da de comer a familias. Pero al mismo tiempo supone una gran pérdida para los países que no logran movilizar los recursos necesarios para desarrollarse. Se estima que el sector informal de Perú produce un 40 % del PNB.
El reino de la arbitrariedad y la violencia en el que viven desgraciadamente tantas poblaciones del Sur es un obstáculo redhibitorio para el desarrollo. También explica las tasas de natalidad, siempre altas en los países más pobres1, la existencia de un gran campesinado replegado en la autosubsistencia, la importancia de las migraciones, los problemas de desertificación, etc.
• Inseguridad “medioambiental”: las sociedades tradicionales viven a la merced de los factores climáticos (sequías), de catástrofes naturales (inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, etc.) o de daños causados por una naturaleza hostil cuyos excesos no tienen medios suficientes para prevenir o controlar. En el norte de África, donde no hay un control eficaz de la formación de los enjambres, las invasiones de langostas devastan cosechas enteras. La comunidad internacional asiste con creciente preocupación a las agresiones al medio ambiente, en los países ricos naturalmente (dónde se dispone de medios financieros para remediarlas), pero sobre todo en los países pobres: deforestación, desertificación, contaminaciones industriales y marinas, agotamiento de recursos no renovables, etc.
En resumen, la conjunción de problemas internos y externos dificulta cada vez más el desarrollo de ciertas naciones del Sur que a su estado característico de inseguridad e inestabilidad deben sumar las desventajas ligadas a la fluctuación de los cursos de las materias primas de las que dependen, el peso de su deuda interna y externa y el proteccionismo de las naciones desarrolladas: según estimaciones del PNUD, ese proteccionismo cuesta unos 500 millones de dólares anuales a los países del Sur, pese a los acuerdos supuestamente suscritos para facilitar sus exportaciones, como el sistema generalizado de preferencias o los acuerdos de Lomé entre la UE y los países ACP (Africa-Caribe-Pacífico).
Este contexto conocido, pero agravado por una globalización en la que el Norte acapara las transacciones, en la Tríada, sirve de caldo de cultivo a las sectas, que suplen todo lo que no existe localmente.
Se transforman en unas ONG de “desarrollo sostenible”,2 asientan su control a cambio de productos alimenticios y explotan a jóvenes idealistas occidentales y también a los países más pobres.
Reconvertidas en grupos de curación, exportan sus armonizaciones, imposiciones de manos y demás pamplinas a países sin sistema sanitario. Participan en la economía informal, implantan grupos de oración o de apoyo escolar y reenvían la mayor parte de sus beneficios —pequeños pero numerosos— a Estados Unidos.
Como las plagas de Egipto, se abaten sobre países a los que chupan la sangre hasta no poder más.
EJEMPLOS
BRASIL O LA “SOMA”3 ADMINISTRADA A LOS PAÍSES DEL SUR
Hay otras funciones, aparte del «divide y vencerás» que pueden asumir las sectas al servicio de un poder. En Brasil, la función de «opio del pueblo» salta a la vista. Dicho de forma menos polémica, lo único que les queda a los brasileños, ante una economía secuestrada por las grandes compañías americanas y el FMI, es el consuelo de la oración y sus ojos para llorar.
Este país en plena mutación económica vive una situación paradójica: quinta potencia mundial en extensión y sexta en población, tiene la mayor deuda externa del mundo, pero los capitales brasileños en el extranjero alcanzan la mitad del valor de esta deuda.
Aunque la agricultura ha progresado mucho, sigue lastrada por grandes latifundios mal explotados: 40.000 propietarios poseen aún la mitad de las tierras. Los sucesivos gobiernos siempre han dado marcha atrás ante una verdadera y necesaria reforma agraria.
Los avances más impresionantes corresponden a la industria, que genera más de un tercio del producto interior bruto y el 73 % de las exportaciones (acero, automóviles, aviones, armas) y sitúa a la economía brasileña en el noveno puesto mundial. Una tercera parte de los capitales invertidos son de procedencia extranjera. Su mayor éxito es quizá la implantación de una industria automovilística que lo convierte en el primer productor de coches del Tercer Mundo. Sus principales socios económicos son Estados Unidos, Alemania y Japón.
Pero sobre una población activa de 65,8 millones de personas en 1989, el 10 % más pobre percibía apenas el 0,7 % del volumen total de salarios, mientras que los más ricos, que representaban un 1 % de la población, acaparaban el 15,9 %. El 5 % más rico de la población brasileña que en 1960 representaba el 28,3 % del ingreso nacional alcanzó en 1970 el 34,1 %, mientras que el 50 % más pobre bajó de 17,4 % a 14,9 %.
Los censos decenales revelan un cambio de tendencia de la población pobre y miserable: durante la década de 1970 los pobres rurales se instalaron en las zonas urbanas, mientras que en la década de 1980 los desheredados empezaron a abandonar los centros urbanos para instalarse en las periferias de las ciudades, donde se concentra ahora la mayoría de pobres.
En veinte años, las ciudades brasileñas han incorporado una masa de 50 millones de nuevos habitantes. Dado el bajo ritmo de creación de puestos de trabajo urbanos —consecuencia del declive de las inversiones públicas y privadas—, en el año 2000 se calculaban unos 20 millones de habitantes urbanos subempleados o en paro.
Entre las economías urbanas e industrializadas, la brasileña figura como una de las más pobres del mundo. Por primera vez en la historia del país hay un flujo de emigración de jóvenes desempleados y cuadros a países desarrollados, signo inequívoco de las dificultades económicas y sociales. Este movimiento es especialmente claro en dirección a Estados Unidos y Japón.
La recesión económica ahonda la crisis social. La reaparición de epidemias que se creían erradicadas, como el cólera, la fiebre amarilla y la malaria, refleja las malas condiciones sanitarias de la población. En las grandes ciudades aumenta la criminalidad. Las empresas y los particulares contratan a medio millón de guardias privados, el doble que los efectivos del ejército, para proteger la seguridad de los bienes y de las personas acomodadas.
Tras muchos conflictos entre el gobierno y sus acreedores internacionales, la cuestión de la deuda externa se negoció de forma regular en el marco del FMI. Lanzados en una política de privatizaciones de empresas del sector público, los sucesivos gobiernos agudizaron su relación de dependencia con Estados Unidos: la economía brasileña funciona para provecho único de su gran aliado del Norte.
¿Qué hay de raro en que las sectas prosperen en un país cada día más poderoso pero cuyo poder queda confiscado?
Sirven para todo: a falta de asistencia médica se dedican a la curandería, apoyándose a menudo en la tradición indígena y vudú. Organizan ollas populares, ya que nadie más lo hace. Orientan a los recién llegados a la ciudad, les ofrecen el punto de referencia del lugar de culto.
Secta multiservicios, la Universal: la Iglesia universal ofrece todos los servicios, se convierte en el único interlocutor de los descamisados y de los habitantes de las favelas. Allí donde no esté la Iglesia católica de la «teología de la liberación» ilustrada por el obispo de los pobres, Dom Helder Cámara, la secta asumirá su papel. Al igual que el partido nazi de los sombríos años treinta en Alemania, da de comer, ofrece dormitorios nocturnos, viste, encuentra empleos (de reclutamiento); además, cura mediante el culto, escolariza a los niños, apoya a las madres en apuros.
Dónde ya no hay ni Estado, ni derecho, ni esperanza, allí está Universal, cada vez más presente. También Moon ha entendido la importancia de las periferias abandonadas e invierte hoy grandes cantidades de dinero en todos los países de Latinoamérica. En Brasil, Venezuela, Colombia y sobre todo Uruguay se recluían nuevos moonistas y se los explota después como a los obreros del sistema paternalista que describen los autores del siglo XIX.
ÁFRICA CENTRAL, TIERRA DE MISIONES
A diferencia de Brasil, en África Central proliferan sectas extranjeras. La indigencia creciente de las poblaciones, el azote del sida, el rebrote de las grandes pandemias, la falta de cualquier forma de Estado en el sentido moderno del término y la existencia de riquezas mineras inconmensurables despiertan los apetitos más feroces.
Todas las grandes religiones, y también las sectas, acuden en tropel, proponiendo cuidados médicos, oraciones, educación, desarrollo sostenible, etc. Una vez más, en beneficio de una única región. Las misiones se multiplican y no siempre resultan ineficaces. Pero los americanos no conocen bien África; ciertas claves siguen en manos de los antiguos colonizadores que mantienen una secreta pero indudable influencia, como es el caso de Francia en el África occidental o en las islas del océano Índico.
Esa es probablemente una de las razones por las cuales la AMORC, fundada en Estados Unidos, se desarrolla enérgicamente en Francia, donde elige a sus grandes jefes. Para acceder a África sigue siendo indispensable pasar por Francia4 y los jefes de la AMORC así lo han entendido, con buen criterio.
La presencia de la AMORC en África es muy importante geográficamente y es de sobras sabido que muchos jefes de Estado del África francófona han mantenido o siguen manteniendo estrechas relaciones con los rosacrucistas.
Eso les permite asesorar (¿influir?) a ciertos dirigentes de África Central y tejer fuertes relaciones con las redes africanas de los distintos presidentes franceses, obteniendo de ese modo una especie de protección.5 Pero al final de cuentas todo vuelve a Estados Unidos, sede principal de la AMORC.
LOS DOM-TOM Y EL PELIGRO DE UN ESTADO SECTARIO
La MILS menciona, en su informe de diciembre de 2000, «la amenaza que supone la expansión de las sectas para instituciones en situación de precariedad debido a su delicada situación económico-social y a su singular posición geográfica». En términos menos diplomáticos esto significa que el desarrollo lento y frágil de los DOM y una situación social de asistencia a la población convierten a estos departamentos ultramarinos en blancos perfectos para los grupos sectarios que allí pululan. Eso significa también un peligro grave de influencia sobre las élites dirigentes de los TOM, especialmente en Polinesia.
DOM: Martinica, Guadalupe, Guyana y Reunión
El informe 2000 de la MILS desarrolla los puntos anteriores y confirma: la fuerte implantación de las sectas en los DOM. La mayoría de las familias cuenta al menos con un miembro adherido a una secta o víctima de sus actividades perniciosas. La tradicional sociabilidad ultramarina y el pluralismo tradicional de su composición social atenúan a menudo el carácter agresivo del sectarismo que se observa en los departamentos metropolitanos, lo que constituye un factor adicional de menor resistencia que reclama una mayor vigilancia por parte de cargos electos locales y de los funcionarios de las tres funciones públicas.
La MILS también destacaba el interés de las sectas por la educación:
Pese al refuerzo del control de la obligación escolar, algunos docentes o cuadros administrativos siguen escudándose en una presunta inmunidad de convicción para liberarse de sus funciones regularmente una vez por semana. Los rectorados, informados de estos casos por fortuna poco frecuentes, deberían poder resolver estas dificultades que repercuten negativamente sobre los horarios de los docentes que respetan las normas de la Educación Nacional, con el control del departamento jurídico del ministerio. Es preciso recordar los mismos principios, en lo que a la asistencia a clase se refiere, a los padres de alumnos, en la medida en que éstos han decidido inscribir a sus hijos en un colegio público.6
Este balance, establecido sobre la base de encuestas del año 2000 en el Caribe y Guyana, fue confirmado en 2001 en la isla de la Reunión.
Nueva Caledonia y los Testigos de Jehová
También merece mención aparte el singular caso de Nueva Caledonia. En este territorio en vías de autonomización, la presencia sectaria es fuerte y muy criticada.
Los testigos de Jehová son cada vez más y una circular interna habría incitado a aquellos que fueran funcionarios públicos a pedir su jubilación en «el islote», con lo que percibirían primas particulares. Si esto se confirmara en los hechos, el grupo sectario conseguiría dos ventajas: una fuerte presencia en el momento de la independencia o incluso una situación hegemónica en el nuevo rock state; y mayores recursos va que los adeptos percibirían una pensión mayor en tanto que expatriados. La MILS precisa: teniendo en cuenta las sensibles mejoras aplicadas a las pensiones de jubilación en Caledonia con respecto a las sumas pagadas en la Francia continental, se incitó recientemente a los adeptos metropolitanos que estuvieran jubilados a instalarse allí, lo que supondría contribuciones económicas mucho mayores para el movimiento. El descubrimiento de esta curiosa instrucción provocó explicaciones embarazosas. Parece ser, sin embargo, que la consigna ha tenido hasta el momento poco efecto.7
El informe 2001 mide el alcance del fenómeno v se vuelve alarmista:
Sin llegar a las cifras altas de los departamentos de ultramar, el movimiento sectario de Nueva Caledonia estaba en progresión y podía establecer a unos 5.000 adeptos a los que hay que agregar un número similar de simpatizantes, es decir, el 5 % de la población total. Al igual que en la Francia metropolitana, los Testigos de Jehová son con diferencia el grupo más importante (60 % del total de los efectivos).
Hoy son los canacos quienes se oponen a la implantación de los Testigos de Jehová en nombre de las costumbres, mientras que los caldoches ven con muy buenos ojos ese consuelo de «blanquitos».
Parece ser que los Testigos de Jehová recusarían, de hecho, la autoridad consuetudinaria, pese a haber quedado establecida —aunque no claramente definida en sus relaciones con el derecho nacional— en los acuerdos de Matignon. Ignorando o pretendiendo ignorar que las estructuras sociales melanesias asocian estrechamente la noción física y metafísica de la tierra a la autoridad moral y política de los jefes, el comportamiento de los Testigos de Jehová ha llevado a algunos de sus recientes adeptos canacos a recusar el equilibrio de solidaridad que vincula a cada melanesio con una red común de derechos y deberes.
Esta actitud de los Testigos de Jehová no debe sorprender, ya que prefieren dirigirse exclusivamente a los individuos y que a un lado y otro del océano cuestionan a menudo ciertas normas sociales que consideran profanas o incluso diabólicas. De hecho, en octubre de 1998 se vivió un agrio conflicto en la isla de Lifou. Un grupo de melanesios convertidos por los Testigos de Jehová se negaron, aparentemente, a cumplir con cierras obligaciones de solidaridad del grupo y recibieron sanciones físicas por orden de un jefe local, sanciones que son incompatibles con las previstas por el Código Penal. La denuncia se saldó con una condena del jefe en primera instancia. Agravada tras la apelación, esta sanción pasó a ser definitiva después del rechazo de la apelación ante el Tribunal de Casación. La comunidad melanesia recibió con gran disgusto la condena dictada contra el jefe de Lifou y esta amargura también es patente entre los miembros canacos de los cleros católico y protestante8.
La MILS propone lisa y llanamente abolir los «decretos de Mandel» del 16 de enero de 1939: Al instituir «consejos de administración de las misiones religiosas», se buscaba compensar parcialmente la no aplicación en estas dependencias de la república de la ley del 9 de diciembre de 1905 sobre la separación de las Iglesias y el Estado. Completado por el decreto del 6 de diciembre de ese año, tendía a instituir una instancia de control del poder público —que por aquel entonces representaba in situ el jefe de la colonia— sobre las misiones religiosas por medio de un «pequeño reconocimiento» acompañado de ventajas fiscales (exoneración de los bienes inmuebles destinados al culto, al uso escolar o a la asistencia médica o social). El primer decreto instituía, además, un impuesto anual sobre los bienes inalienables, como compensación a los derechos de transmisión de herencia no percibidos. Estos dos decretos no han sido ni revocados ni enmendados y siguen por tanto en vigor en Nueva Caledonia,9 mientras que la ley de 1905 se ha hecho extensiva a las Antillas y Reunión en virtud del decreto del 6 de febrero de 1911; el régimen de la Guyana sigue rigiéndose esencialmente por las ordenanzas reales del 2 7 de agosto y el 11 de noviembre de 1828.
Los decretos de Mandel se adoptaron en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, no tanto para procurar un reconocimiento como para llenar un vacío jurídico y validar la capacidad de control del jefe de colonia sobre misiones religiosas de orígenes muy diversas; hoy los movimientos sectarios muestran gran interés por esos decretos.
En erecto, los movimientos sectarios solicitan que se les apliquen tales decretos para conseguir las ventajas fiscales y las apariencias de honorabilidad que les conferirían. Más allá de esta reivindicación, no hay duda de que los movimientos sectarios intentan conseguir por la vía indirecta de los territorios de ultramar un reconocimiento como organismos de culto que no reciben a escala metropolitana. De esta suerte, también intentan conseguir una equiparación estatutaria con las grandes Iglesias, asimilación abusiva ya que estas últimas no atenían, contrariamente a las primeras, ni contra los principios de los derechos humanos ni contra el orden público.10
La competencia en materia de reconocimiento de «misiones religiosas» se transfirió en 1990 a las tres provincias de Caledonia, en aplicación de la ley refrendada de 1988 (al igual que las asociaciones declaradas de acuerdo con las disposiciones de la ley del 1 de julio de 1901 sobre el contrato de asociación). Una sentencia del Consejo de Estado del 29 de abril de 1994, confirmado por una sentencia del Consejo Constitucional el 9 de abril de 1996, consideró que puesto que las libertades públicas constituyen uno de los principios fundamentales de la República, la creación de una ley sobre el ejercicio de una libertad pública no podía depender de una autoridad territorial. Por consiguiente, y análogamente, se volvió a transferir la competencia sobre «misiones religiosas» al Estado el 1 de septiembre de 2000 (ya que el Estado había recuperado la competencia en materia de asociación en junio de 1994). La Delegación del gobierno maneja hoy en día diecinueve expedientes de misiones religiosas que la comisión de investigación de la Asamblea Nacional considera de carácter sectario.
La MILS tiene sus dudas sobre el reconocimiento de la Iglesia neoapostólica de Nueva-Caledonia, la Iglesia reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días," llamada Iglesia Sanito, y la congregación de los Testigos de Jehová. Su reconocimiento como «misiones religiosas» por parte de una única provincia entre 1990 y 2000, no permite ni a la Iglesia Sanito ni a los Testigos de Jehová alegar ningún tipo de reconocimiento en las dos provincias restantes (de mayoría melanesia) del archipiélago. El parlamento es consciente de este problema.12
Independientemente de las consideraciones derivadas de la situación actual de los reconocimientos de las misiones religiosas, la Misión se pregunta si las disposiciones de 1939 «reflejan todavía las intenciones originales del legislador».
POLINESIA
El sectarismo constituye allí un fenómeno importante: Esta situación se debe a muchos factores fácilmente identificables: gran receptividad de las comunidades polinesias a lo sagrado, influencias externas, esencialmente norteamericanas, inmigración y mestizaje de las poblaciones, dispersión geográfica en territorios insulares distantes entre sí que constituyen verdaderos remansos de paz para las sectas, crisis del tejido sociocultural generado por la sociedad contemporánea, un misticismo arraigado y muy anterior a la cristianización, que algunos resumen diciendo que en Polinesia «la gente tiende a frecuentar dos iglesias en lugar de una», según el informe de la MILS."
11. No mencionada en e] informe parlamentario de 19°5.
12. Pregunta escrita n° 48.742 del 10 de julio de 2000.
13. Ibid., págs. 77 y sigs. De hecho, diversas sectas han conseguido de este modo un estatuto social casi oficial, tras adoptar una estrategia de moderación que ha hecho, en palabras de algunas autoridades confesionales respetuosas con los derechos humanos y el orden público, «que no se comporten como tales sectas», a diferencia de sus homólogos metropolitanos. Ciertos acontecimientos recientes invitan, no obstante, a mantener la guardia alta: el drama de las hogueras de Faaite en 1987, un ritual exorcista en el que fueron quemadas vivas seis personas, nos recuerda la evidencia de que también en Polinesia, como en cualquier otra región del mundo, existe el peligro sectario.
Así pues, estos pocos ejemplos sirven para constatar que la influencia de las sectas y especialmente de los grandes grupos americanos crece también por razones de orden económico y social. A nadie se le escapa que el RMI constituye la principal fuente de recursos para más de un cuarto de la población de los DOM. Por otro lado, estos «vestigios imperiales» garantizan a Francia una importante posición geoestratégica y como tales son muy codiciados. Al igual que en África, Estados Unidos intenta consolidar su influencia. Los grupos sectarios actúan en tres frentes: operan en beneficio propio, puesto que las poblaciones dominadas resultan fácilmente explotables; en segundo lugar, porque crear Estados minúsculos supondría para determinados grupos la oportunidad de conseguir un «reconocimiento internacional» dentro de organizaciones de las Naciones Unidas y en el escenario geopolítico; y finalmente para Estados Unidos, que de este modo puede extender su zona de influencia, su ideología, su modo de vida y sus productos.