27 noviembre, 2006

PREFACIO e INTRODUCCIÓN

Las sectas son uno de los principales peligros que acechan a la democracia. Algunos países han decidido dejar que se desarrollen con el pretexto de la libertad de expresión o la tolerancia religiosa: se puede hablar, a este respecto, de modelo "americano". Por fortuna, Francia no ha seguido ese camino. Hace tiempo que sabemos que las sectas no constituyen la expresión de una libertad, sino una amenaza para ésta: amenaza para la libertad individual, ya que las sectas practican la manipulación mental, aniquilan la libre determinación del individuo, y para las libertades públicas, debido a que pueden desestabilizar e incluso gangrenar todos los ámbitos de la vida política, económica, cultural o social.
En Francia, los poderes públicos se mantienen en estado de alerta. Se han implementado estructuras de análisis, de formación y de vigilancia: el Observatorio Interministerial de las Sectas y la Misión Interministerial de Lucha Contra las Sectas [MILS]. El parlamento francés presta una atención constante al tema, puesto que se trata de un mal insidioso y permanente. En los últimos siete años se han elaborado dos informes parlamentarios: "Las sectas en Francia", en 1995 (informe del diputado Jacques Guyard) y "Las sectas y el dinero", en 1999 (informe del diputado Jean-Pierre Brard). La ley del 18 de diciembre de 1998, que tiende a reforzar el control de la obligación escolar, esta destinada a combatir el proselitismo sectario en materia escolar. La ley del 15 de junio de 2000 permite que las asociaciones de lucha contra las sectas ejerzan los derechos reconocidos a la parte civil. La ley del 12 de junio de 2001, "tendente a reforzar la prevención y la represión de los movimientos sectarios que vulneren los derechos humanos y las libertades" es la última manifestación de este empeño del legislador, que ha querido de este modo reforzar el arsenal del derecho penal.
La publicación de esta obra, que constituye un nuevo aporte al conocimiento del fenómeno sectario y a la necesaria toma de conciencia de los daños que causa, me llena de satisfacción. Deseo que todos los responsables hagan el mejor uso posible de ella y que los ciudadanos descubran una realidad acaso insospechada para ellos.
El interés específico del libro, que ofrece una extensa visión de las sectas a lo largo y ancho del mundo, radica en un enfoque original del fenómeno. Los autores nos muestran de qué modo se aprovechan las sectas de las nuevas reglas económicas, políticas y culturales que trae consigo la mundialización o globalización. Estas reglas debilitan al individuo y facilitan su manipulación. Crean asimismo nuevos ámbitos de intervención en el que las sectas pueden proliferar directamente, por medio de sus empresas transnacionales o penetrando organizaciones internacionales. Esta labor de zapa mina la democracia, sus principios y sus valores, y se opone especialmente a nuestra concepción de la infancia, la educación y la laicidad.
Los lectores descubrirán, por tanto, que tras doctrinas presuntamente humanistas, se esconde el “totalitarismo” sectario y, en último término, que el velo de la felicidad disimula en realidad la esclavitud impuesta a sus víctimas.
RAYMOND FORNI Presidente de la Asamblea Nacional de 2000 a 2002
INTRODUCCIÓN
UN FENÓMENO NUEVO
Los grupos sectarios son un fenómeno reciente en la esfera social y política. Aparecieron primero en Estados Unidos en la década de 1960 y se extendieron con rapidez al mundo entero. Se considera que en Francia el número de adeptos de ha estabilizado, alrededor de las 250.000 personas, pero en el resto del mundo experimenta un crecimiento exponencial. Las sectas han entrado en el antiguo imperio soviético junto al jean y la Coca-Cola.
Lo que en sus inicios dificulta la visibilidad del fenómeno sectario es la multiplicidad de formas que puede adoptar. ¿Qué tienen en común una comunidad New Age, grupos que buscan su salvación en los extraterrestres, estrellas que encuentran paz espiritual en las tradiciones del lejano oriente, hinduistas o budistas, o grupos terapéuticos en busca de curación o desarrollo personal?
Al principio, estos grupos proteiformes sorprendían por lo extraño de sus indumentarias o discursos, y eran acogidos con tolerancia, ya que las Constituciones de nuestros Estados laicos y secularizados garantizan a cada ciudadano el derecho a creer lo que le plazca.
Esos grupos de "locos tranquilos" o pseudorreligiosos se caracterizan por dejar atrás una legión de víctimas de extorsiones de fondos, expolios, abusos sexuales o asesinatos más o menos bien maquillados como suicidios colectivos.
Las denuncias de las víctimas o su entorno no siempre eran aceptadas por la justicia: si habían niños de por medio, podían eventualmente tramitarse, pero no solían prosperar porque, por lo general, los menores afectados eran llevados fuera del país. Las denuncias de tipo financiero o sexual no eran viables: se trataba de adultos, y ni el policía ni el juez podían creer que habían aceptado tales grados de sumisión "en contra de su voluntada". En cuanto a las víctimas, antiguos adeptos, eran acosadas o amenazadas. De repente, el político tuvo que responder a las preguntas de las familias de las víctimas, al igual que los investigadores: el debate se centró en la manipulación mental que ejercían aquellos grupos, y el Estado, consciente del papel que asume en defensa de los más débiles, menores y víctimas, aumentó los medios disponibles para su defensa y protección.
También salió a relucir, aunque de modo menos visible, el poder financiero, y por tanto económico, de estos grupos, sus intentos de infiltración y debilitación de los poderes públicos. Hoy en día, se estima que el presupuesto de la Cienciología es comparable al del Benelux y que los chaebol, es decir, las multinacionales de la secta Moon, representan el 25% de la economía surcoreana antes de las crisis bursátiles asiáticas. También se sabe que tras penetrar en los países del antiguo bloque comunista, proponiendo recursos y un sistema educativo prêt-à-porter, la Cienciología se ha infiltrado en el entorno del presidente Putin. En Japón, el partido político de la Soka Gakkai, el Komeito, tiene representación parlamentaria y cuenta con varios ministros en sus filas, por no hablar de los interrogantes que suscitan en Francia ciertos jueces y algunos senadores y diputados. Se puso de manifiesto, por último, la capacidad de transformación permanente de estos grupos, su capacidad de adaptación a la demanda social. Por tomar un ejemplo, los "disidentes" de una conocida tradición religiosa pueden transformarse en un grupo curandero, en dispensadores de formación personal o profesional, en lobbys políticos, escuelas de arte, de estimulación o de enseñanza. La secta se infiltra dondequiera que la sociedad deje un hueco, ya sea para el individuo o para la colectividad: en Francia, la crisis de las religiones tradicionales se ha visto acompañada de la emergencia irresistible de "nuevas religiones", entre las cuales hay muchas sectas. La crisis de las ideologías políticas y el derrumbe de la utopía comunista propician el desarrollo de grupos sectarios en torno a temas ecologistas o humanitarios, La falta de estructuras eficaces de apoyo escolar permite a los grupos sectarios "ofrecer" nuevos servicios a los niños y a sus padres. Los fracasos de la medicina científica en ciertos ámbitos son el caldo de cultivo de grupos de curanderos. Desde finales de la década de 1990, ya nadie puede ignorar el peligro que suponen los grupos sectarios para los bienes, las personas y la sociedad democrática.
¿POR QUÉ RELACIONAR SECTAS, DEMOCRACIA Y LA MUNDIALIZACIÓN O GLOBALIZACIÓN?
¿QUÉ ENTENDEMOS POR "MUNDIALIZACIÓN" O POR "GLOBALIZACIÓN"?
Es preciso volver la mirada un poco atrás para recordar brevemente cómo eran las cosas, qué es lo que hemos visto transformarse en nuestras economías, en nuestras sociedades y en las relaciones internacionales, a fin de describir lo que vemos despuntar bajo el nombre de "globalización". Tras la Segunda Guerra Mundial, los Estados supervivientes se reconstruyeron con la divisa "nunca más". Se imputó la barbarie nazi a la política proteccionista de entreguerras y se impuso la doctrina económica del neoliberalismo (o neokeynesianismo). "Liberalismo": se trató una vez más del laissez-faire, laissez-passer y se encomendó al GATT el diseño de una política antiproteccionista, "Neo" porque, a diferencia de las políticas económicas clásicas, ya no brindaba a poyo a la oferta, esto es, a las empresas, por medio de rebajas fiscales y subvenciones. Se favoreció la demanda: se llevó a cabo una política redistributiva, se adoptaron políticas de seguridad social. Quienes solían quedar al margen del consumo (mujeres, jubilados, inválidos, enfermos) pudieron consumir a su vez y alimentar un crecimiento exponencial.
Este crecimiento, del 5 al 20% según los Estados, provocó una carestía de mano de obra: las mujeres accedieron en masa al mundo laboral remunerado y las colonias, hasta entonces explotadas en función de sus recursos minerales y agrícolas, se convirtieron en reservas de obreros no cualificados, poco protegidos, que se podían contratar a bajo precio. Esto tuvo dos consecuencias:
El trabajo asalariado de las mujeres transformó la sociedad y la vida política: la sociedad tuvo que absorber la esfera privada de la educación de los niños más pequeños, o de cuidar a los mayores; y las mujeres accedieron por fin a la mayoría de edad gracias al derecho al voto.Las colonias lucharon por su independencia, con el apoyo de los dos Grandes: Estados Unidos y la URSS.
Cambió el papel del Estado, que se convirtió, al menos en Francia, en productor de bienes y servicios "no rentables en la esfera privada"; se convirtió en Estado del bienestar, redistribuyendo los recursos a través de mecanismos de protección social. Se convirtió también en árbitro, muy especialmente en lo tocante ala repartición de beneficios entre empresarios y empleados.
Los horrores de la guerra y el terror provocado por la bomba de Hiroshima impulsaron a los dos grandes vencedores a acelerar la creación de organismos de regulación de las relaciones internacionales, en torno a la ONU y de sus estructuras.
El Plan Marshall -y las relaciones soviéticas- precipitó la división del mundo en dos bloques. El statu quo de la guerra fría permitió que una de las dos grandes potencias explotara a los países del Este y la otra sometiera a una dependencia neo-colonial al resto del mundo, incluida Europa, aunque ésta se entregase a la fantasía de una unificación "del Atlántico a los Urales" y ensayase formas de aproximación esencialmente económicas. Este mundo de la posguerra se derrumbó a partir de 1965, momento en el que el endeudamiento de Estados Unidos, acelerado por la guerra de Vietnam, frenó el crecimiento norteamericano, lo que llevó a una crisis monetaria de 1971 y a un crack bursátil en 1986 que hundieron al mundo en una recesión. Fue entonces cuando se cuestionó el keynesianismo de favorecer la inflación y minar los beneficios de un crecimiento que, si bien había perdido velocidad, nunca había desaparecido. La cobertura social de protección a los más desfavorecidos, procedimiento clave de las políticas keynesianas, bloqueó el libre funcionamiento del mercado laboral. El paro se disparó en todas partes, superando ampliamente los índices registrados en 1929. Se volvió entonces a las viejas fórmulas del liberalismo, rebautizado como "política de la oferta". Se recortaron los fondos sociales para disminuir las obligaciones de las empresas; se finiquitaron las conquistas sociales: escala móvil de salarios, salario mínimo, contratos de larga duración, etc. Se extendió la precariedad y los salarios bajaron por doquier. Se aceleró la degradación de las condiciones de los intercambios comerciales con los países del Sur, lo que provocó una crisis por sobre-endeudamiento de estos países de crecimiento hipotecado.
Aparecieron la desregulación y la deslocalización, y a medida que se frenó el crecimiento del "pastel" se habló de abolir todo lo que limitara una competencia cada vez más encarnizada. Para eso, hubo que doblegar políticamente a los que molestaban. En Gran Bretaña, Margaret Thatcher dejó que el hambre hiciera mella en los huelguistas en un conflicto que se prolongó a lo largo de un año, Salvador Allende aumentó, en nombre de los intereses del Sur, el precio de las materias primas, especialmente del cobre chileno; fue derrocado por los militares y la CIA. La guerra del Golfo castigó las pretensiones de los países petroleros de establecer una gestión equitativa y de largo plazo de sus recursos de hidrocarburos. Desapareció cualquier margen de maniobra tanto dentro de los países como en el ámbito de las relaciones internacionales.
Las relaciones internacionales salieron del statu quo de la guerra fría, se multiplicaron los conflictos y subió la tensión entre el Este y el Oeste: el presidente Reagan habló de "guerra fresca" y destinó grandes sumas de dinero a una carrera armamentística -la "guerra de las galaxias"- que precipitó el derrumbe definitivo de la economía soviética.
La década de 1990 asistió a la irrupción de la globalización; se la podría caracterizar como un mundo en busca de sus modalidades de desarrollo económico. La aparición y el crecimiento acelerado de las nuevas tecnologías transformaron los modos de producción. Cualquier trabajo intelectual o de servicios podía desplazarse surgiendo una "pseudonueva" economía dedicada a la información y a la producción virtual, pero sujeta a las mismas estructuras que las demás empresas y caracterizadas a menudo por una explotación aún mayor de los asalariados.
Se abandonaron los modelos de organizaciones nacionales o zonales. El marco nacional parecía obsoleto y destinado a ser sustituido por una Europa de las regiones que ya empezaba a perfilarse, y se criticó el marco europeo. A falta de una construcción europea social y política, se dijo que el proyecto naufragaba. Quienes veían antaño una ventaja económica en la construcción europea desde entonces se han deslocalizado ampliamente y frenan una construcción sociopolítica que renovaría los obstáculos a este liberalismo de tomo y lomo.
Y es que a falta de nuevos modelos, se vuelve a recurrir a los antiguos modelos, de principios de siglo. El mundo se ha convertido hoy en un lugar imprevisible e inestable, como un castillo de cartas, Asistimos al retorno de viejas herramientas como la versión ultraliberal del Estado. Éste debe desempeñar las funciones clásicas (protección, diplomacia y moneda) al menor coste posible (punto final ala función pública y a los servicios públicos). Esta sangría del Estado permite tanto bajar los impuestos (menos obligaciones para las empresas y mayor consumo de los asalariados) e incrementar la explotación: cuanto más ínfima sea la expresión del Estado, tanto menor será su capacidad de ejercer de árbitro, e incluso de luchar por su propia supervivencia.
La sociedad dual se impone en todas partes, con un desfase creciente entre algunos ricos que lo son cada vez más y un número de pobres en constante ascenso. ¿Es preciso recordar que un inglés o un americano de cada diez vive por debajo del umbral de la pobreza y que se trata en la mayoría de los casos de mujeres con hijos a su cargo?
La geoestrategia económica que vemos imponerse excluye a sectores enteros de la humanidad: África, gran parte de América Latina, el corazón de Asia. Incluso en las sociedades más aventajadas brotan bolsones de pobreza y zonas en las que impera totalmente la ley de la selva, como las antiguas metrópolis inglesas de Manchester, Liverpool o Leeds. El trabajo industrial escasea como resultado de la deslocalización y la automatización, y una porción cada vez mayor de la población vive ya sin esperanza alguna de conseguir empleo y depende de estructuras sociales cada vez más debilitadas o que no han existido nunca.
Se multiplican las zonas en guerra y la guerra económica hace estragos. Todo se convierte en mercancía y el GATT, convertido en Organización Mundial del Comercio, sanciona a los países que intentan proteger su cultura. "La libre circulación de los hombres y las ideas" proclamada en Helsinki en 1975, con motivo de la creación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), se transforma en una libertad meramente mercantil: todo está en venta, tanto la educación como las creencias, los jugadores de fútbol o las bonitas chicas del Este.
Todo eso no deja de tener graves repercusiones sobre las ideologías y las filosofías políticas, que se radicalizan. Asistimos al resurgir de la extrema derecha, a la adopción de teorías nazis por parte de algunos grupúsculos. Las derechas clásicas recurren a los tópicos de la seguridad, predican el mantenimiento de la pena de muerte. Se cuestionan los derechos conquistados por las mujeres. También están los partidarios de regresar a los valores tradicionales, familia y religión, que no dejan de recordar las tres K del conservadurismo alemán (Kinder, Kirche, Küche: hijos, iglesia y cocina).
Este mundo ofrece un semblante terrible y no proporciona más certeza que ésta: el capitalismo persigue siempre los mismos objetivos, los mismos instrumentos, los mismos modos de intervención.
LA CUESTIÓN DE LA DEMOCRACIA
El capitalismo ha dejado de necesitar a la democracia; la democracia es ahora antiproductiva. Y el liberalismo, su cobertura ideológica tradicional, está en aprietos. Contrariamente al siglo XIX, cuando era importante que el Estado financiase las carreteras o la formación de la mano de obra proveniente del mundo agrícola, hoy en día ya no resulta rentable mantener un Estado fuerte. Ya no es útil pagar el alto precio de las infraestructuras: existen en todas partes y sólo las grandes rutas resultan interesantes, por lo que se las privatiza; las demás, a cargo de poderes públicos locales, se degradan. De todas formas han perdido su función de vector del éxodo rural. Tampoco resulta ya útil invertir en la formación de gente que no desempeñará un papel productivo y que, gracias a esa formación, podría criticar, organizarse, en pocas palabras: resistir a la explotación. Se elude la formación, se la orienta paulatinamente hacia los aspectos técnicos en lugar de hacia el desarrollo y la realización del individuo. El objetivo más o menos confeso de ese sistema es rentabilizar el sistema educativo. Por otro lado, los representantes políticos intentan preservar a sus regiones de las deslocalizaciones, y proteger a sus electores de la pauperización. Así es que hoy en día vemos a liberales caer en la trampa de su propio discurso. Reclaman subvenciones para las actividades de su circunscripción, rechazan cualquier deslocalización que afecte a su territorio. Y pese a todo, se oponen a un verdadero control democrático de Europa y a reformas que resultan no obstante necesarias.
¿EN QUÉ SENTIDO FUNCIONAN LAS SECTAS COMO INSTRUMENTOS DE LA MUNDIALIZACIÓN O GLOBALIZACIÓN?
En este nuevo contexto globalizado, en el que la democracia recibe cada vez más ataques, tanto de los poderes económicos y sus esbirros como de una población harta de que se apliquen siempre las mismas políticas que agravan su explotación, despliegan su poder las sectas. Explotan las carencias creadas progresivamente en la sociedad. Proponen formación, apoyo escolar en los países del Este y ofrecen posibilidades de promociones en las sociedades más clasistas; también combaten la drogadicción. En resumen, proponen un modelo más "humano" que el de la sociedad global y asumen como propios los objetivos sociales que los Estados globalizados van abandonando. Los grupos sectarios asimilan la idiosincrasia ideológica de las sociedades en las que se infiltran. Deploran el "exceso", el consumo, el vacío espiritual de las sociedades desarrolladas, cultivan la "pseudobúsqueda de sentido". Se basan en la "escasez" de los países marginales para proponer otras formas de riqueza o sustituir a una oposición política inexistente o difícil de estructurar.
Las sectas tienen técnicas precisas y generan consentimiento, sumisión, obediencia ciega en sus adeptos. Han adaptado toda clase de técnicas desarrolladas por diversas escuelas de psicoterapia a un objetivo alienante. Manejan el asedio y la amenaza, y usan el descrédito y la propaganda negra contra sus adversarios (presiones psicológicas, chantaje). Gracias a sus variadas técnicas de "captación" de fondos constituyen imperios económicos: industrias, como Moon, servicios (formación, ingeniería) y "nueva economía" como la Cienciología. Gracias a su masa de adeptos funcionan como reservas de mano de obra prácticamente gratuita y explotable, como ocurre con el "voluntariado" de los testigos de Jehová. También pueden convertirse en centros de experimentaciones científicas, como en el caso de los raelianos.
Las sectas también han creado, a semejanza de la Cienciología y sus Celebrity Centres, activas redes de lobbystas: estrellas de la pequeña o gran pantalla, deportistas de élite y también parlamentarios, abogados, sociólogos, psicólogos, etc. Se trata al mismo tiempo de influir en la opinión pública y de infiltrarse en las esferas de poder, como hizo John Travolta, amigo íntimo de Bill y Hillary Clinton, pero también de llevar adelante una permanente batalla ideológica, con la coartada de una cruzada por "los derechos religiosos de la humanidad". Al igual que la mafia, las sectas tienen a corruptos a su servicios. Éstos no han sido iluminados por la verdad revelada, pero sí generosa y regularmente remunerados.
Así pues, tienen "mercancías" que vender; su propia producción sectaria -las técnicas de manipulación mental-, sus producciones económicas, su gigantesco volumen de mano de obra sometida, sus estrellas. Se venden al mejor postor a cambio de dinero o poder, al servicio de una ideología o de un Estado. Pero el matrimonio dura sólo una temporada y en función de misiones específicas. El dogma globalizador se complementa con dogmas sectarios: las sectas son un minilaboratorio del futuro.
Las sectas son grupos totalitarios. Como ha demostrado en su informe Jacques Michel, constituyen zonas de no derecho, ya que el gurú o los dirigentes ejercen a la vez los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Como bajo el nazismo y el estalinismo, todas las esferas de la vida están bajo control y los adeptos son extorsionados y obligados a obedecer y consumir. ¿Puede imaginarse algo más ventajoso para una globalización reñida con la democracia, a la que percibe como una molestia y un freno?
Sobre los escombros de la utopía comunista prospera un creciente individualismo. Las sectas lo intensifican: Ya no se trata de luchar por un mundo mejor sino de estar en armonía con el mundo, de estar a gusto con uno mismo y de gozar de buena salud, algo que exige una energía constante. La pérdida de espíritu crítico permite "dar gato por liebre" e imponer cualquier clase de productos, desde "polvos milagrosos" hasta talleres de auto perfeccionamiento; desde el voluntariado militante hasta la semiesclavitud; desde la dominación intelectual hasta la sumisión sexual. Dentro de la secta, nada escapa a la lógica mercantil: ni la asistencia médica, ni la alimentación, ni la enseñanza, etc.
Todo puede venderse, ya sean los niños o los vientres de sus madres, como se ha puesto de manifiesto con los proyectos de clonación del movimiento raeliano. Gracias a su masa de adeptos y especialmente a las "plumas", mujeres seleccionadas y reservadas a su uso personal, Claude Vorilhon, alias "Rael", ha logrado poner en marcha un nuevo proyecto: Clonaid. Tiene recursos para pagar a científicos y montar laboratorios, y va a llevar a cabo experimentos. De este modo amasa su fortuna, seduciendo a padres que han perdido a sus hijos. También les hace el juego a los grupos industriales contrarios a las leyes bioéticas. En su Mundo feliz hay un cariz mercantil que no existía en la novela de Aldous Huxley.
LAS SECTAS, BRAZOS ARMADOS EN DIVERSOS PAÍSES
Las sectas se dotan paulatinamente de los medios y recursos necesarios para desafiar a los Estados: valgan como ejemplo los representantes norteamericanos de la OSCE. Durante una sesión de esta organización en París, las autoras de este libro los recibieron en una sala de reuniones de la Asamblea Nacional, en presencia de diplomáticos franceses del Quai d'Orsay y de representantes de la embajada estadounidense en París. Su objetivo era impedir la aplicación de la ley About-Picard, para lo cual aducían imaginarias persecuciones religiosas emprendidas en Francia contra grupos religiosos. La conservación, de por sí agria y estéril, naufragó a raíz de una comparación entre la situación de los derechos humanos en China y en Francia. Pero nada de eso impidió que el senador de New Jersey, Chris Smith, y el asesor particular del presidente Clinton, Tancredo, transmitieran un comunicado de prensa a Reuters dando pábulo a estas falacias y comparaciones malintencionadas sobre los objetivos de la ley. Smith se dice católico, pero la anterior representante de la misma delegación, la difunta Karen Lord, pertenecía a un grupo sectario, Church of the Greater Grace, que en Francia ha sido dado a conocer por el Instituto Teológico Nîmes.
Como si de una dinámica mafiosa se tratara, el alumno sectario supera paulatinamente al maestro político. Todavía no se puede saber a ciencia cierta quién se hará finalmente con el poder, pero quienes observan el fenómeno con atención se lo preguntan con creciente inquietud. Este libro no propone un nuevo análisis de los mecanismos sectarios. Éstos ya han sido detectados, tanto en lo que se refiere a la demanda individual o social, incluida la búsqueda espiritual, como en lo tocante a las dinámicas grupales perversas que alimentan la capacidad de influencia sectaria.
Con esta obra nos hemos fijado, pues, tres objetivos: denunciar un desarrollo masivo del sectarismo, favorecido por las nuevas reglas económicas, políticas y culturales de lo que llamamos globalización; comprender las relaciones de fuerza que se forman en el escenario internacional y que convierten a las sectas en brazos armados del imperialismo; y combatirlas en pos de la supervivencia de nuestro sistema democrático.